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miércoles, 1 de junio de 2022

María Estílita y sus manos de nacer

El respeto por la vida humana debiera ser la primera condición de una cultura técnicamente avanzada; pero ello mismo entraña un mundo competitivo deshumanizándose, tendiendo cada vez más hacia una vocación esencialmente destructora, débilmente constructora y escasamente creativa, lo cual conduce a restar valores.

La horizontalidad de los días se sustenta en los antivalores, diluida en la mentalidad de hombres y mujeres preparados para individualizarse por una identidad sometida y medida desde los centros cínicos de poder, en un encuentro de sonámbulos.

Es la vida en el planeta con sus convenciones culturales y el patético peregrinar del hombre, inmerso en la soledad bulliciosa de las grandes urbes. En los días del milenio que comienza, hay poca vislumbre en los permanentes, pero fracasados intentos por encontrar o estructurar un camino hacia la armonía, que no desemboque e incremente el peligroso individualismo que impulsa la economía liberal, y que los mass media alientan con su carga funcional y subliminal, para provocar mucho más la desigualdad.

Así se crea un dios que desencadena actos de idolatría y adoración sumisa a la insolidaridad, transformando los reales poderes humanos en meras ideas-hombres-cosas: aberrante masa de ignorancia determinista. Sin embargo, existen bastantes oportunidades de supervivencia por la solidaridad humana en la lucha constante de grupos humanos, y en ejemplos vivientes en el mundo por los más apartados rincones del planeta, como el caso de una mujer llegada a San Francisco de Asís desde La Victoria hace muchos años.

quien nunca calculó el amor por su vocación de partera, le bastó con vivirla plenamente en el primer grito de los recién nacidos, como brote directamente de la vida. Su amor por el oficio guarda la limpidez del cristal, viniendo desde su ingenua y mágica eficacia. Ella es ternura sin ninguna mezcla. En ella la entrega es fuego que la quema dando tonalidades que nunca se habían visto. Sus rasgos anuncian un alma abrazada al sacrificio del quehacer más noble que existe: hacer nacer. Supo aprovechar la gracia que le fue impuesta. La fascinan los secretos de los recién llegados al mundo. Su alegría al hacer parir era algo más allá de lo natural, proveniente del sabio encanto de la creación.

Partera desde su adolescencia, caminando el cuerpo apretado de noches, de barro y polvo cubierto su andar, anegada de lluvias o con el sol pegado a su piel, sus manos prontas de diecisiete años cobran vida propia para oficiar el rito mágico-sagrado de hacer parir. En el doctor Germán Perdomo, primer médico residente el año 1946en San Francisco de Asís, va a encontrar el apoyo necesario aquella niña-mujer, quien nace al mundo del deber, haciendo nacer.

De aquel incipiente dispensario situado en la calle Comercio se mudan a la recién inaugurada sede ubicada en la calle Bolívar (hoy local de la CANTV), ya elevado dicho centro a categoría de medicatura, donde va a desempeñarse como enfermera jefa. Finalmente, después de treinta y seis años de servicio, cesa en sus funciones en 1982en el ambulatorio San Francisco de Asís en la urbanización Francisco Linares Alcántara  (La Molinera), cuya sala de partos lleva su nombre. Tuvo que enfrentar el pleno concepto del deber como estudiante de enfermería, cosa nada fácil entonces, porque los estudios contemplaban un régimen muy rígido, rotando por distintas secciones y también por hospitales de reclusión para enfermos altamente contagiados, con poca protección para los estudiantes. Después vendría su mejora­ miento profesional. Nunca había reposo, ni un "no puedo". Por eso cierta noche amasada en intensa oscuridad, tropezó con un bulto: era una vaca de las tantas nobles bestias que convivían con los pobladores en aquellos tiempos de aldea y de aparecidos entrevistos.

Ese rito de desumbilicar para umbilicar la vida, profundo, inefable de la más generosa forma del amor, hoy prácticamente no existe en los centros maternos donde el carácter se le agria a los niños desde el mismo momento de nacer. Ahí se desconoce el coraje que entraña semejante entrega al oficio que tal ha dejado de ser, porque esos espíritus estériles del tecnicismo médico carecen de manos de alma, como vertiente de la vida.

Su gran determinación va encauzada con el ansia del apóstol que siempre la acompañará, aunque ya no ejerza, y lleva en su corazón como una sed constante de servir en esa latitud de gente desasistida, para sentir la plenitud del deber. Tejedora ávida de luz, demostradora del mundo, su regazo es el aposento de mil nacientes llantos, y sus manos que extrajeron el fruto de la vida, son el calla­ do reposo concebidas para hacer nacer. Cortadora de oscuridad, vive untada de bendiciones, caminando el tiempo con la conciencia de su humilde pero maravilloso oficio, ya prácticamente desaparecido. Manos que ofrendan el fruto hacia la luz, trajinando un largo vivir oficiando ese acto sublime. Holística entrega, partera trascendiendo el simple deber, cuidando la semilla de vida con la paciencia de su oficio de mujer con espíritu y alma fieles; cumplidora de una divina misión.   

En su rostro ha quedado tatuada la sonrisa eterna delos niños que han nacido gracias a sus manos, y su cuerpo que no se doblega al tiempo, tiene en esta mujer nacida en La Victoria en 1928, la firmeza delas casas guardadoras de nobles memorias, que empezó agestarse desde su llegada a San Francisco de Asís el año 1946, para quedarse como señora madre de incontables generaciones que trajo a la vida con sus manos. Hada madrina, el pueblo de Asís ahora la acuna en el regazo tibio de su agradecimiento, porque ella es viva memoria del hondo contenido.

José Sánchez Arévalo

De: San Francisco de Asís. Vitral de memorias. 2006.


María estílita

La Mayéutica paridora de luz

En sus cabellos, trajín de las haras nubes fecundas, remembras del tiempo, anidan los años y frisan edades.

Inclinado el trazo de su cuerpo, su mirada atrapa más instantes del camino.

Nunca ha buscado, siempre encuentra en destinos el hilo del mundo, los gritos primeros hacia alturas denodadas. Mientras brazos en oración tendidos en búsqueda del origen, extraen cosimiento de vidas embrionadas

 José Sánchez Arévalo.


María Estílita, partera del pueblo de San Francisco de Asís.



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