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lunes, 4 de abril de 2022

Resplandor inevitable Fernando

Reinicio un diálogo con la ausencia continua, con la corporeidad física con la que nos acosa el tiempo. Me atraviesa la memoria compartida  un  cúmulo de vivencias infinitas mecen los días de la reflexión. Sí, deshacen en ebriedades de recuerdos, un presente de crónicas en vigilia soñándose y uniéndose en vértigos de imágenes a nuestra piel silenciosa de hierática solidez. Tenemos que decirnos lo que guarda el pecho como páginas amarillas dentro de un libro, sin misericordias. Y es que los días que no se vivieron, permanecen oxidados a la frecuencia de vacíos vertebrándose en grávidos rumores, para identificar la espera de un pasado que aboga con resplandores inevitables en sus pasos silenciosos, salmos de silencios, “vuelto anchura de palabra”. Al perfilarme en esta palabra nocturna, no es desolación mi entorno ni mi devoción, solo expreso la incontinencia de mi aridez instantánea por la ausente conformidad del amigo Fernando Sumoza, quien siempre convocó saberes “para descubrir el mundo” y hacerlo un paradigma constante de amor en la praxis eudemónica, vivenciando solidaridad, en el acompañamiento desprendido con todos y todas. Son palabras posicionadas en sus huellas disímiles las que permiten y permisan a buscarlas y decirlas, “porque ya no son mías”, gotean entre rendijas del alma, desgranándose en poéticos eufónicos al confiarlas en abrazo escritural para Fernando, en La Espiral Colectiva Alí Primera, su creación, inflamándose cual corazón enamorado, al dolor compartido por su ausencia.

 José Sánchez Arévalo/ 24-09-2015

 

Fernando Sumoza en su estudio.

 

 

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