José Sánchez Arévalo
Complementados en despliegue
imaginativo, la palabra y la plástica se cobijan en nostalgia. Parece sentirse
al silencio balbuciendo entre los objetos con cada línea suave de la
ilustración, mientras el poeta dibuja en cada frase la ronda florecida de una mujer,
viéndose en el reflejo de sus días al encuentro de otros días, desprendiendo
rememoraciones. Quizá debí decir, son dos lenguajes plásticos danzando en cada
palabra grave con voz registrada agudamente, al vuelo de un compás que cruza
los tiempos, nos adentran hacia la tibieza del recuerdo.
Enredada en pertinaz
evocación, renace Ana Belén desde la creación de Cudevila toda caminos, manando latidos para tatuarse en el fondo de su rostro y tatuarla en
el crisol del paisaje ignoto, donde su
raíz sigue germinando.
Ana Belén rumora como “un
milagro en el reencuentro” de nuestros días, mientras la evocamos transida de
arraigo, “sin sombras y sin velos”. Reencontrarse para ella, era entrar a venas
bullendo en historias, revivirlas. Todo el amor de esta mujer, amantísima de su
suelo, se vuelca en este sencillo canto, de su franqueza entonada en registros
de palabras, alternándose en ritmo de querencias. La sentida poeta dentro de su
Cudevila toda caminos es un cuerpo
espiritual íntimo, integral mostrándonos lo infinito de pertenecer a un lugar.
Nos lega una necesidad de reflexión desde la poesía más libre, franca,
virtuándose en nutrientes de sentimientos, donde el paisaje que rodea su lugar,
Cudevila, muestra los matices que
nos florecen el ser o el alma de reminiscencias.
Sin alardes, su serena
evocativa de reencontrarse siempre en el suelo materno con generaciones
anteriores y posteriores y con animidad profunda, nos ofrecen la manera de
mirar y de mirarnos en esta ausencia que es pura presencia de paisajes de
presencias.
Ana Belén Aular de Salas (1933 - 2003). Foto: Facebook Humberto Moreno. |
Cudevila toda caminos. Ana Belén Aular (1991). |
Cudevila toda caminos... |